“Aquí nadie viene a hacer turismo”
Con mucha ilusión llegó al aeropuerto de Ben Gurión (Tel Aviv) la Brigada de Cooperantes procedentes de la Península Ibérica. 17 personas que portaban la esperanza de contribuir con su esfuerzo a reparar la injusticia que supone la política de demoliciones de casas palestinas ejercida por las autoridades israelíes.
Entre sonrisas, sueño y cansancio de todo un día de viaje bajamos la escalerilla del Airbús para encontrarnos la triste realidad de una sociedad militarizada por el neurótico régimen sionista. Un judío austriaco de cerebro privilegiado, apellidado Freud para más señas, hubiera escrito escandalizado toneladas de hojas sobre la actual paranoia israelí y quizás se hubiera quedado corto.
A pie de escalera y a modo de presentación y quizás de advertencia, cuatro o cinco seguratas se entretenían disparando preguntas en inglés al pasaje medio dormido, separando a grupos y reteniendo a gente.
De pronto nos damos cuenta que el bus sale y un chico de nuestro grupo queda en tierra retenido. Su crimen: ser diferente, llevar el pelo demasiado largo.
Tras media hora de espera nos lo encontramos a la puerta del control de pasaportes sin que nadie nos haya dado la más mínima explicación.
Abordamos la siguiente prueba: el control de pasaportes. Azahara no podía imaginarse un recibimiento como el que ha experimentado. Era la primera vez que pisaba tierra palestina, la tierra de sus ancestros, pero le tocó sufrir la paranoia de la seguridad israelí. Seis horas de retención en las barreras de seguridad del aeropuerto, cinco interrogatorios continuos, presiones psicológicas, humillaciones, amenazas… Y todo por llevar unos apellidos árabes, ese es su crimen.
“Si encontramos que tienes familia aquí, ¡te echo!”
Si algún ciudadano israelí hubiera sido tratado por la policía española sólo con la mitad de la mala leche con que han tratado a esta chica de sólo 23 años con seguridad se habría hablado de antisemitismo.
Se le han realizado preguntas que nada tienen que ver con la seguridad de un aeropuerto ni de una aduana: el teléfono privado (¿van a interceptar sus llamadas?), el e-mail (¿van a vigilar sus correos?), su implicación política en España (pero, en qué quedamos, ¿no están hartos de decirnos que Israel es la única democracia de Oriente Próximo?),…
“Este es mi país y yo soy el que decido si te quedas o te vas. Si encontramos que tienes familia aquí, ¡te echo! ¿Turismo? Aquí nadie viene a hacer turismo”, gritaba. La frase resume muy bien la psicología del psicópata que avergonzado de sus crímenes sólo ve enemigos por todas partes.
El objetivo de todo este martirio psicológico es provocar en la persona retenida el miedo, la angustia, el temor de volver a Israel. Lo que buscan, en definitiva, es intimidar al voluntariado. No creen en una paz justa porque su régimen sionista está basado en la limpieza étnica, en el genocidio, en el fraude, en el robo… Odian que se les nombre a Palestina porque su misión es borrarla del mapa político, de las conciencias y hasta de la memoria. Más no lo conseguirán. Mientras que haya jóvenes como Azahara que no se rindan ante la barbarie y caminen por la senda de la justicia, P A L E S T I N A seguirá viva.